jueves, 28 de marzo de 2019

Una historia - A story



Una historia







Entra el sol por la ventana sin cristales y las pieles se abaten con el frío viento de la amanecida. Desde el torreón se avista el bosque y el río pero la niebla cubre las cumbres de las montañas próximas dejando el paisaje alineado a la vista en la superficie del suelo… y poco más, pronto se elevará hacia el cielo y el sol lucirá esplendoroso al mediodía, momentos que propicia para un paso solitario antes del almuerzo.
Se apresta para bajar a las cocinas y comprobar que todo está en movimiento para abastecer a tanta gente. Y después desde el salón principal disponer y ordenar faenas que todo lo mantengan a punto y a sus gentes ocupadas.
Se siente sola muchas veces. El feudo no es muy importante pero lo es suficientemente para que resulte duro y pesado atender todas las obligaciones. Las luchas fronterizas mantienen alejados a los hombres, y recae sobre sus hombros la administración de las tierras. Con todo procura que el peso no la aplaste y da hasta donde puede, acudiendo a los requerimientos de los soldados y campesinos. No siempre encuentra respuestas, pero siempre dice algo… su sentimiento, que parece servir, aún sin soluciones, para aplacar el ánimo y subir la estima, y así día a día solo se reserva para sí misma… sus minutos del mediodía.
El sol calienta y los pájaros cantan. El rumor del río se filtra entre sonidos y las hierbas altas rozan sus vestidos en el camino. Poco a poco todo se hace más íntimo, más oculto a los ojos exteriores, buscando ese recodo que solo a su ánimo pertenezca. Siente cierta apatía… siempre está para otros pero no siempre hay quién esté para ella. Se deja llevar por sus pensamientos sin controlar los pasos y termina en un pequeño claro entre bosques donde vive la anciana solitaria que conoce desde niña. Apartada vive de sus hierbas y sus flores… y de pequeñas donaciones de aldeanos que se acercan a pedirle sus remedios. La vieja, la llaman unos… la bruja, la llaman otros.
Para ella cuando niña era la intocable, un ser lleno de misterio al que temía, aunque siempre le habló con dulzura. Nunca se arrimó mucho por allí; pero ahora allí estaba, y veía las cosas de otro modo, y entendía a la anciana de otro modo. No sentía miedo sino curiosidad.
Continuó su paseo tratando de alcanzar el río al otro lado del meandro, cuando una voz la saludó
-Buenos días niña… te esperaba
-Buenos días anciana, cómo podrías esperarme si ni yo sabía que vendría.
-Tú no, niña… pero yo sí
La anciana la miraba atentamente
-Ya eres una mujer… pero estás sola.
-¿Cómo sabes eso madrecita?
-Yo lo sé todo de ti niña desde el día que te hicieron.
La niña guardó silencio, pues no quería discutir eso ni entrar en detalles con la anciana, era en cierta manera estremecedor el intuir que eso era cierto.
Pero por alguna causa dijo:
-Sí, estoy sola madrecita… y a veces duele.
-Es tu signo ser fuerte niña, tú puedes.
-Lo sé madre,  pero eso no es un consuelo.
-Es tu destino el estar para muchos, niña
-¿Para muchos?… No comprendo lo que decís.
-Sí niña, para muchos… decidme
 Veo un varón ¿Quién es…?
-Mi padre por supuesto. También podría ser mi hermano.
-No, no son… este que yo digo está enamorado de vos…
-No lo conozco anciana.
-Decidme niña ¿Quién es…?
-Mi esposo sin duda
-No, ese no. Vuestro esposo no se llama… y dijo un nombre
-No, es cierto, pero yo siempre le he llamado de esa forma
-Comienza a preguntarte por qué lo has hecho niña. Por qué has llamado a tu esposo con un nombre que no le corresponde. El portador de ese nombre por derecho, está en tu vida, es tu destino, y será la mayor felicidad que hayas conocido hasta ahora.
-Eso es imposible tratándose de mí, anciana. Yo nunca propiciaré algo así.
-Será. Está escrito. Pero para que venga a ti deberá ocurrir antes una muerte.
-¿Una muerte madrecita…de quién?
Agitando la cabeza como apartando humo la anciana contestó:
-Una muerte.
Continuó preguntando por otros nombres; ¿Quién es…?…y la niña respondía para escuchar; no, ese, no.
¿Quién es…? No, ese no ¿Quién es…? No, ese no…Y así nombres y nombres de desconocidos que se grababan en su mente cada vez que replicaba a la anciana indicando a quién conocía con ese nombre para seguir escuchando; no, ese no.
Llegó un momento en que aturdida y enfadada, inquieta por tanto desconcierto respondió airada a la anciana:
-¡Ya está bien! Si tantos nombres desconocidos han de estar en mi vida…¡Decidme! …¡Cómo son!
-Nombres niña… solo nombres.
La mujer siguió hablando a la joven y diciéndole cosas que se fijaron en su memoria e inquietaron su espíritu.
-Adiós madrecita, tengo que irme.
-Que Dios te acompañe niña. Vuelve a verme. Todo ha de ocurrir de aquí a siete u ocho años… como mucho.
Regresando del paseo ya no era el entorno el que ocupaba su mente… había tantas preguntas, tanta inquietud, tanto, desconocido ¿qué iría ha ocurrir dentro de siete años… en el tiempo?…una muerte….
Cuando traspasó la puerta del solar del patio y se vio inmersa en la rutina diaria olvidó su encuentro en el bosque, y retomó su vida.
Deseaba la presencia de su esposo, siempre tan alejado en defensa de sus fueros… le amaba tanto. Era el más aguerrido de los caballeros, alto y fuerte, tierno y considerado para ella, un bello y musculado héroe protector. Cuando él regresaba, no necesitaba los pies sobre la tierra, se podía permitir deslizarse en el aire a pocos centímetros del suelo y volar de esquina a esquina como una mariposa, así de liviana y etérea como si le hubieran brotado alas se sentía, ya no existía peso que la asentara.
Se sabía afortunada, segura y cobijada. Cuando miraba su cara y el amor que contenía ¡Cuánto le quería! Se entregaba ruborosa al cobijo de sus brazos y pegada a su costal dormía tan complacida del amor que le entregaba, en sus brazos amparada, en el sitio que debía ¡Era feliz, día a día!
Pasaban los años y las luchas continuaban, las idas y venidas se sucedían y los nombres se habían dispersado en el recuerdo. A veces afloraba… la época más feliz de tu vida, una muerte.
No podía, ni quería pensar en ello, pero los años pasaban; siete u ocho años… una muerte. Agitaba su cabeza y descolocaba su mente ¿pero quién? No, Dios, no lo permitas… Más según pasaba el tiempo se asentaban los temores ¡Señor no lo permitas!
…Y aconteció que una tarde, le trajeron mal herido al hombre que ella quería… y sintió que se moría. Él era toda su vida, bello, joven, valiente…aquello no era justicia ¡No debía ser! ¡No podía ser!…¡Una muerte!
Se encerró en la capilla de su mente y rezaba sin parar, mientras curaba las heridas ¡No lo permitas Dios mío!…¡No permitas que se muera! y nombrándole al oído para darle su consuelo, no podía evitar recordar al poseedor del mismo que debía aproximarse a su vida en la más feliz de las etapas… una muerte ¿pero quién?
Mientras refrescaba la frente del herido no podía impedir que se disparara su pensamiento en millar de conjeturas.
Y entre razón y razón pactaba su corazón con Dios y le decía:
Amo a mi esposo, soy mujer fiel, no ha de haber otra manera de que otro hombre me avistara que no fuera la de ser viuda ¡Señor Dios que no suceda! Jamás sería feliz si el amor se fomentara en la muerte que hallara el amor que ya poseo. Yo no conozco otro rostro que este rostro que yo amo, ningún otro que yo amara ¡Dios mío no lo permitas!… Y si alguien ha de morir que sea yo. Y que sea en otra vida venidera ese amor que aquí estuviera esperando para mí…
Pero hoy, que sea así.
V.Nas